Apertura de la muestra el 7 de mayo a las 7:00 p.m. en Alianza Francesa de Guatemala. Puede visitarse en días y horas hábiles hasta el 12 de junio del 2009.
Desde hace mucho que no existen esquelas. Esquelas, esos textos claroscuros, insertos dentro de los diarios. El comentario acerca de la muerte de alguien querido. Los firmantes, sus apesadumbrados sobrevivientes. La muerte reseñada con ternura mediante una frase célebre o un esperanzador versículo bíblico.
La muerte vive. Hallarse estas notas fúnebres como un suplemento más en la sección que corresponde al dolor y al luto. La cicatriz de ese diccionario de atrocidades descritas entre las páginas de los diarios. Llanto de sed y de rabia. Alrededor, la indiferencia costra sobre aquellos que no deben cargar con el duelo.
Pareciera que el duelo es algo muy propio. Una lenta asimilación de lo que se llevó todas nuestras respuestas. Una reacción alérgica a nuestra propia fragilidad. Nuestra existencia es de segundos, pero a ella acudimos con planes, planes eternos, planes que demoran mucho tiempo. Pero todo es demasiado breve y eso nos vuelve al pánico opaco. Somos la opacidad de lo pasajero. Liminares. En el duelo se corrompe nuestra fe en la continuidad del mundo. Pensar que el mundo continuará sin nosotros es como no concluir un libro, dejarlo a la mitad.
Sucede que no estamos hechos para morir. Sólo los animales aceptan su destino. No podemos permitirnos el ser depredados ni desvanecidos. Queremos mantenernos adheridos al cristal de la vida, sin embargo lo único que corresponde es dejar una imagen. Un boceto que se desvanece. El recuerdo como una gota de tinta. Vemos las fotos de los muertos, siempre borrosas y lejanas. Vemos el paisaje de los días idos. Vemos el fragmento de vida que ocupó ese instante. Buscamos por toda la casa y no encontramos más que siluetas. La ropa, la letra de las cartas, los utensilios que permanecen intactos. Cosas que gravitan y permanecen aún después de la felicidad o del dolor.
Buscar imágenes concretas del duelo es muy difícil. Buscar traducir el adiós es imposible. Sólo podemos diluir la soledad a través de alguna metáfora o de algún afortunado legajo de imágenes. Visiones.
Veronique Simar siempre llega a lo más profundo. Cuando creemos que todo está agotado, pactado, silenciado, cerrado. Simar descubre siempre algo más profundo, un fondo escondido debajo del fondo. El final siempre es una superficie. Siempre me hallo en ella, creo que estoy muy cerca de entenderla. Y su silencio me deja sin palabras.
Javier Payeras
Mayo 2009.
La muerte vive. Hallarse estas notas fúnebres como un suplemento más en la sección que corresponde al dolor y al luto. La cicatriz de ese diccionario de atrocidades descritas entre las páginas de los diarios. Llanto de sed y de rabia. Alrededor, la indiferencia costra sobre aquellos que no deben cargar con el duelo.
Pareciera que el duelo es algo muy propio. Una lenta asimilación de lo que se llevó todas nuestras respuestas. Una reacción alérgica a nuestra propia fragilidad. Nuestra existencia es de segundos, pero a ella acudimos con planes, planes eternos, planes que demoran mucho tiempo. Pero todo es demasiado breve y eso nos vuelve al pánico opaco. Somos la opacidad de lo pasajero. Liminares. En el duelo se corrompe nuestra fe en la continuidad del mundo. Pensar que el mundo continuará sin nosotros es como no concluir un libro, dejarlo a la mitad.
Sucede que no estamos hechos para morir. Sólo los animales aceptan su destino. No podemos permitirnos el ser depredados ni desvanecidos. Queremos mantenernos adheridos al cristal de la vida, sin embargo lo único que corresponde es dejar una imagen. Un boceto que se desvanece. El recuerdo como una gota de tinta. Vemos las fotos de los muertos, siempre borrosas y lejanas. Vemos el paisaje de los días idos. Vemos el fragmento de vida que ocupó ese instante. Buscamos por toda la casa y no encontramos más que siluetas. La ropa, la letra de las cartas, los utensilios que permanecen intactos. Cosas que gravitan y permanecen aún después de la felicidad o del dolor.
Buscar imágenes concretas del duelo es muy difícil. Buscar traducir el adiós es imposible. Sólo podemos diluir la soledad a través de alguna metáfora o de algún afortunado legajo de imágenes. Visiones.
Veronique Simar siempre llega a lo más profundo. Cuando creemos que todo está agotado, pactado, silenciado, cerrado. Simar descubre siempre algo más profundo, un fondo escondido debajo del fondo. El final siempre es una superficie. Siempre me hallo en ella, creo que estoy muy cerca de entenderla. Y su silencio me deja sin palabras.
Javier Payeras
Mayo 2009.
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