Orotonos de Guillermo Gutiérrez
Lugar: Sol del Rïo 14 avenida 15-56 zona 10
Fecha: a partir del 7 de octubre del 2021
Horario: Lunes a viernes 9 a.m. a 1 p.m. - 2 a 5 p.m. sábado 9 a.m. a 1 p.m.
Entrada libre
ALCANJURA - REVISITADA
La
Aldea El Pumpo en Monterrico es un espacio geográfico netamente
tropical. Poblado por intrincados manglares, aves marinas, cuerpos de
agua donde pululan cangrejos, peces, camarones que alimentan las
atarrayas de los pescadores y, por supuesto, el magnífico océano
Pacífico. Pero la riqueza del lugar no se agota en el incitador paisaje.
Lo habita una comunidad humana cuyo centro es el mar. Los pescadores
viven la dureza de un trabajo que plantea, cada día, el dilema de la
muerte. Sus familias colaboran en las faenas asociadas a la pesca:
limpiar el producto, venderlo.
En medio del rigor del trópico, las hijas de los pescadores pasan de
niñas a mujeres como un soplo de brisa. Pero hay un instante al que
quisieran aferrarse: la celebración de sus quince años. En aquellos
parajes, ese ritual de paso significa el fin de la infancia y el inicio
de graves responsabilidades: convertirse en madres, esposas y asumir su
lugar en la pesada cadena de producción que permite la sobrevivencia. El
momento provoca en las niñas un sueño inefable: vestirse con un hermoso
vestido largo, peinarse para la fiesta, maquillarse. Los padres acuden a
las pacas para rescatar vestidos de segunda mano, adaptarlos a los
cuerpos núbiles para hacer entrega a sus hijas de ese recuerdo de sí
mismas que las acompañará de por vida.
Guillermo Gutiérrez se sumergió de lleno en esa experiencia fundacional
en la vida de varias muchachas de la Aldea El Pumpo. Toda celebración de
quince años es una puesta en escena. Pero en este caso, el artista
provocó que las jóvenes mujeres se acercaran al paisaje que las vio
crecer para reelaborar esa puesta en escena sacando a la celebración de
lo usual para llevarla al territorio surreal de lo onírico.
Las imágenes de las muchachas con sus vestidos de fiesta en medio de una
intrincada red de manglares, o sobre la suavidad de un cayuco o
flotando en la mansedumbre de una hamaca colocada en un medio agreste,
invoca las historias que se han relatado a lo largo de los tiempos sobre
los trópicos americanos y que narran la lucha entre lo humano y una
naturaleza tan fastuosa como indómita. Sí, porque del surgimiento de lo
humano, con sus fantasías y sus mundos imaginarios, en medio del
implacable paisaje, surgen todos los macondos, tan reales y tan mágicos,
que nos inundan de nostalgia. Nostalgia por ese breve pasaje de las
niñas hacia su destino de mujeres trabajadoras. Nostalgia por los
ecosistemas tan rudos y tan frágiles. Nostalgia por la dimensión tan
humana de los sueños.
Guillermo Gutiérrez nos sugiere ese relato tan extenso, tan complejo
sintetizado en las imágenes de Alcanjura (nombre de un cangrejo tenazudo
que habita aquella zona y que forma parte integral de ese relato no
narrado), exposición que fue inaugurada con gran éxito en el año 2007.
Por supuesto que el artista no abandonó su interés, ni por los
habitantes, ni por los paisajes de la costa. A su primera incursión
sucedieron dos exposiciones más: La mesa (2014) dedicada a retratar a
los personajes del lugar en torno a una mesa servida para la cena y
Penumbra (2017) una serie de fotografías difusas, impresionistas, donde
tanto el paisaje como las personas se convierten en sensaciones de color
y movimiento, muy cercanas a la abstracción.
La nueva propuesta
Catorce
años después, Guillermo Gutiérrez retoma las imágenes de Alcanjura
para crear una nueva propuesta. Solicita la colaboración del fotógrafo
Jorge Chavarría quien ha venido trabajando las antiguas técnicas del
daguerrotipo, Van Dyke, cianotipo y orotono, para imprimirlas. El
objetivo original de estas técnicas era procurar la perdurabilidad de
las fotos. Sin embargo, hacen mucho más que eso. Dana las imágenes
altísima resolución, tonalidades y texturas que hacen de cada foto algo
realmente único.
En tiempos donde lo digital se ha impuesto a lo análogo, los antiguos
procesos se retoman con fines artísticos ya que el delicado trabajo
artesanal que conllevan implica una reelaboración que aporta nuevos
acentos y provoca una percepción distinta en quien la observa. En
palabras de Gutiérrez, las imágenes tratadas mediante este proceso, se
convierten en una reinterpretación del trabajo original.
Carol Zardetto
Septiembre 2021
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