Les invitamos a leer la columna del No Lugar aparecida en El Periódico hoy, en el siguiente vínculo
http://www.elperiodico.com.gt/es/20070919/12/43842/
A manera de diálogo ( ¿acaso imaginario ?) y como sano ejercicio para un enriquecedor intercambio de opiniones e ideas sobre el arte, lo que es inusual en el microcosmos cultural chapín, Marivi Véliz y Rodolfo Arévalo nos han hecho llegar hoy 20.09.07 el texto que les compartimos, y que han elaborado como consecuencia del contenido de la columna que se cita.
Primero, tenemos que agradecer a Rosina la oportunidad de intercambiar opiniones sobre arte.
Luego, que partícipes del conversatorio entorno a la exposición “Alegoría de la Imagen“, nos resulta inevitable, otra vez, hacer algunos comentarios. Muchas de las ideas que allí salieron a debate se diluyeron, lo único que tenemos hoy es este texto
-palabra escrita en un medio de prensa-, que reitera la postura de una incomprendida curadora de arte contemporáneo, en un medio donde ella misma insinúa, la realidad se acaba en el precio de los tomates. Algo que descontextualizando a Wittgenstein sería posible.
Dice que “desprovistas de la sagacidad de Lennon, las personas entran a una exposición para verla, no para leerla. Esperan que todo les sea resuelto y revelado“. Aquí parece que la comprensión de la obra de arte contemporánea está reservada a un círculo de iluminados. El público –en este caso el lector- inequiparable a Lennon, no tiene siquiera capacidades sensitivas. Bajo la etiqueta del receptor (público o lector) todos pasamos a ser lo mismo, reducidos a una masa de ignorantes sin posibilidad de ejercer la crítica. A la espera de un profeta y sus dogmas, los que sí se argumentan desde el sinsentido.
Por otra parte, claro que al ir a una exposición estamos condicionados a ver, leer será un poco después. Incluso, la lupa que busca leer el YES describe un esfuerzo por ver. Tampoco se trata de clasificar, no son fronteras las que se necesitan para aprehender una obra de arte, pero a una sala de exposiciones llegamos a ver, ese es el primer estímulo. Leer es mucho más consciente y está atravesado por la cultura. La cantidad de información que manejamos en la actualidad hace que cualquier producción cultural pueda ser leída desde muchos puntos de vista. Hemos codificado la comunicación y planteado un sinnúmero de narrativas. El por qué y para qué de una obra de arte no necesariamente la hacen legítima. La forma –lo que se ve- no se pierde ni en la abstracción, ni en el concepto, pervive en la materia con que trabaja el artista.
1 comentario:
Queridos amigos, gracias por comentar al artículo. Nada mejor que tener un tema común para que nos desvele y provoque una conversación estimulante. Como les compartí anteriormente, este artículo surgió a partir de mis propias conclusiones después del conversatorio aludido. También como respuesta a una serie de observaciones extras en torno a la exposición Alegoría de la imagen. Para mí quedaron claras sus ideas a partir de su participación en el conversatorio, las cuales agradezco sinceramente.
Cuando menciono a Lennon es, precisamente, porque creo en las capacidades de las personas para comprender más de lo que se imaginan. Nunca he pensado en Lennon como un genio, hasta tenía algo de patán. Tampoco pienso en el arte como algo inalcanzable y reservado para iluminados. Todo lo contrario. Me parece que las obras de arte se alimenta de la cotidianidad, expresan nuestros entornos y codifican todo aquello que nos construye como individuos y sociedad, lo cual no tiene nada de ciencia oculta. En nuestra condición de críticos, de académicos o bien de maestros existe el compromiso tácito de estimular, propiciar, provocar, mencionar esas capacidades sensitivas.
¿Curadora incomprendida? De ninguna manera. Imagínense, si tener un lugar en la prensa para escribir, incidir en la opinión, provocar un diálogo es para sentirse incomprendida qué sería el no contar con esos privilegios. Después de tantos años de estar en lo mismo y no he encontrado algo que detenga esta necedad mia por explorar los puentes que ya existen entre el arte y las personas. Además, como bien dicen, la cantidad de información que manejamos en la actualidad nos provoca a leer desde muchos puntos de vista. Coincido plenamente con ustedes al pensar que la información no es exclusiva para un grupúsculo de entendidos. De ahí que, para quienes se toman el tiempo para visitar una exposición, puede ser estimulante reconocer que hay un más allá del simple me gusta o no me gusta.
Tal vez por eso me pareció adecuado recurrir a la anécdota de Lennon, que no era precisamente un especialista en cuestiones de arte contemporáneo. Sólo un tipo inteligente que, al entrar a la exposición de Yoko Ono, percibió que era necesario despojarse de sus propios prejuicios de músico pop. Lo más probable es que Lennon subió a la escalera y en lugar de tanta poesía, en lugar de tanta alusión a Joyce expresara un lacónico: What a pitti. Talvez su única ventaja era conocer el valor del asombro.
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