Paulo Whitaker | "Sin título" | Óleo sobre tela | 190 x 140 cms | Pieza única | 2021
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Paulo Whitaker
Paulo
es un ser generoso. Más cercano a un niño que obsequia dulces a un
desconocido que a un hombre mayor que camina por los pasillos de una
Bienal de Arte, o se toma un licuado vitamínico en un quiosco ambulante
en las calles de São Paulo con pintura fresca en los dedos. Aconseja a
los artistas no posar para las fotos con el puño en la quijada, ni
hablar de “La fenomenología de la percepción” de Merleau-Ponty en las
entrevistas. Amante del tennis así como del surf, detesta la música
popular brasileña y su pensamiento va más acorde al hip hop o a los
llamados nuevos géneros musicales, que a notas sonoras que puedan ser
adivinadas o intuidas, lo que Pierre Boulez llamaba notas esperables.
Paulo es un hombre que pinta. Ahí puede resumirse todo. Pero lo que
pinta no resume nada. Al parecer, es difícil orientarse viendo su obra
que sistemáticamente niega valores propios de la pintura tradicional: la
armonía cromática o la pureza del trazo.
Me da la sensación que Paulo cuando pinta no es adversario de sus obras,
pero creo que esa es una percepción errónea Nada en sus pinturas o
dibujos es arbitrario ya que se intuye que hubo una lucha entre él y el
espacio pictórico. Pero da la sensación de que hay un acuerdo entre las
formas y sus deseos -que buscan- más que un ajuste de cuentas, un
desajuste. Pintura sucia, manchada, combinaciones cromáticas
insospechadas, texturas que raspan la mirada, formas que parecen ser
fragmentos de un mundo social y personal hecho trizas. Pero, ese
desajuste de cuentas es ¿Contra el color y la forma? ¿Contra la forma
tradicional de abordar el mundo pictórico? ¿Contra el trazo pulcro y
firme? Boris Groys, el teórico y crítico ruso sostiene la importancia de
lo que él llama “el gesto débil” para hablar sobre el carácter
transitorio de un arte que ya no puede afirmar nada sólido sobre el
mundo.
Es en ese gesto desde el que Paulo nos habla. Cubre nuestros ojos y así
nos des-cubre otra forma de mirar. Sentir con el oído, orientarnos en el
espacio a partir del sonido, el silencio y la forma. Color que es
pensamiento, forma híbrida, palpitante. Forma que espera, espera que
vive en gestos caóticos ordenados minuciosamente: raspones, colores
pastosos, huellas de dedos, formas vibrantes como los dibujos que
dejamos flotando en la infancia para redescubrir su infatigable
vigencia. Su pintura es nuestra infancia obsequiada a nuestro tiempo,
tan fluido y disperso como nuestra propia contingencia.
Luis González Palma, 2021
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Paulo Whitaker | "Sin título" | Óleo sobre tela | 180 x 130 cms | Pieza única | 2021
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Paulo Whitaker | "Sin título" | Óleo sobre tela | 190 x 140 cms | Pieza única | 2021
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PAULO WHITAKER
Brasil 1958
Vive y trabaja en Sao Paulo
Estudió Bellas Artes en UDESC, Sao Paulo, de donde se graduó en 1984.
Dentro
de sus muestras individuales podemos mencionar: Galería Milan, Galería
Celma Albuquerque, Galería Marilia, Blast Gallery, Plug In Gallery,
Galeria Ruta Correa, Casa Triangulo, Sol del Rio, Galeria Nara Roesler,
Illingworth Kerr Gallery, Confederation Centre of the Arts, Galeria
Roberto Alban.
Recibió el Premio Gunther de Pintura en su país.
Además,
participa en Muestras colectivas desde principios de los 90’s en las
que destacan: Panorama del Arte Brasileño, curada por Ivo Mesquita, Sao
Paulo Museo de Arte Moderno, Brasil es el arte del Siglo de la colección
del museo de Arte Contemporáneo de Sao Paulo en FIESP), el Arte
Contemporáneo Brasileño en papel curada por Tadeu Chiarelli, MAM SP), 25
Bienal Internacional de Sao Paulo, curada por Agnaldo Farias y la
bienal de Montreal entre otras.
Su
obra se encuentra en las colecciones del Museo de Arte de Santa
Catarina; Museo de Arte Moderno da São Paulo; Museu de Arte
Contemporânea da Universidad de São Paulo; Museu de Arte Contemporânea
do Paraná; Museu de Arte Brasileira da Fundação Armando Älvares Penteado
e Instituto Cultural Itaú, São Paulo.
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LA CALIGRAFÍA DE LA DESTRUCCIÓN: LOURDES DE LA RIVA
Javier Payeras
Rompí
una nuez de castilla, desde niño pienso este fruto seco como un pequeño
cerebro: líneas sinuosas que aparecen con solo quebrar su cáscara, un
laberinto que la intemperie ha ido acomodando, “La vida es un accidente
sin líneas rectas”, me decía la tarde anterior Lourdes de la Riva en el
jardín de su casa.
Lourdes tiene una de las miradas más particulares que he conocido,
serena, cautelosa y de movimientos que recorren todo alrededor hasta que
se detienen en un punto, es como una lente que pasa de un plano general
hasta quedar atrapada por un pequeño objeto. Esas cosas imperceptibles
que para ella rebalsan de significado. Al visitar su estudio-taller uno
encuentra algo muy parecido a un laboratorio, hay trozos de madera que
pertenecieron a la vieja estructura de una casa corroída por insectos,
de una forma extremadamente meticulosa fue rebanando la tabla por capas
hasta dejarla convertida en muchas filigranas de formas caprichosas. Mi
conexión es inmediata, encuentro en esos trazos una silenciosa
caligrafía sin letras, un movimiento espontáneo, el laberinto que
refugia a las especies casi microscópicas que construyen una vida
invisible, que viajan y se cuelan haciendo sus túneles para vivir dentro
de lo que las alimenta y las resguarda. El impacto de este trabajo tan
lleno de paciencia no necesita pasar por el análisis intelectual, no
existe ninguna proclama victimista o redundancia teórica encriptada, es
algo que fascina y atrae por eso que María Zambrano reclama para la
poesía “…lo que posee unidad lo posee todo”.
Sentados en su mesa, viendo al exterior, Lourdes me habla acerca de la
“Estética de la destrucción”, me describe con sencillez sus hallazgos y
ESO que es tan inefable como extraordinario: las formas derruidas por el
tiempo que van dejando su huella en las cosas que pensamos
impenetrables y sólidas. Saca de una caja una suerte de tesoros, sonríe
como una niña, me muestra una colección de libros completamente
avasallados por las polillas. Debo confesar que nunca había visto tanta
destrucción como en esas páginas: retazos, fotografías perforadas,
puntos que atravesaban el empastado de un extremo al otro… Cuando uno
cree en la belleza, también cree en la destrucción, esos extremos que se
tocan y se reinician. Puede que no exista en realidad nada tan humano
como entender que cualquier cosa que hagamos es únicamente pensamiento,
porque la materia siempre será prisionera de lo efímero, de lo pasajero y
no existe nada que evada la caducidad.
En una época de algoritmos y de certezas impuestas, encontrarse con la
verdad más elemental, la premisa que seremos devorados por lo más
pequeño y no destruidos por ningún cataclismo universal, hace que
nuestra vanidad disminuya y que nuestro apego por los avances
tecnológicos se parezca cada día más a un trastorno de la personalidad.
Lo real es entonces observar la caligrafía de la destrucción que
va dibujando extrañas sombras en las superficies. Lourdes de la Riva ha
transitado por las artes gráficas, la escultura, la pintura y las rutas
cambiantes de la creación contemporánea, pero es acaso en la
observación y recreación de estas líneas, en la fragmentación y en el
laberinto, donde ha encontrado un espejo para sus ideas. Luego de hablar
con ella y escuchar acerca del significado de la despedida como una
renovación, uno logra comprender mejor su trabajo, esa sencillez que
esconde una compleja sensibilidad: el pensamiento como una forma de
adaptarse al azar, porque al ver lo más pequeño descubrimos que nosotros
también lo somos y que durante nuestra existencia no hacemos más que un
trazo contrapuesto a todos nuestros planes y que es casi seguro que de
un momento a otro, todo aquello que iniciamos se quede sin terminar y
que, quizá sea en eso, donde radique todo lo que entendemos como
belleza.
Cerrito del Carmen 30 de diciembre 2021
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LOURDES DE LA RIVA
Guatemala, 1958.
Vive y trabaja en ciudad de Guatemala.
Artista visual, realiza en el 2013 en Guatemala, el Monumento Urbano de la Plaza al Espíritu Ganador.
Ha presentado varias exposiciones individuales en Guatemala y Centro
América, desde el año 2000 al 2018 en varias Galerías y espacios
independientes.
Ha
participado en más de 60 exposiciones colectivas entre Guatemala, El
Salvador, Costa Rica, Argentina, Brasil, Republica Dominicana, Ecuador,
Chile, Paraguay, España, Estados Unidos, Italia y Francia.
Participó
en la XIII Bienal de la Habana y en la 57 Bienal de Venecia, Italia,
en el Pabellón de Guatemala y en la X Bienal Centroamericana en San
José Costa Rica. Fue nominada por CIFO en 2 ocasiones. Ha sido
seleccionada por el Festival de Arte Visual Contemporáneo en Ecuador;
por el Festival Internacional de Videoarte FIVA en Argentina, y por la
Galería Blanca Soto en Madrid. Alfons Huge la invitó a participar de la
Colectiva colateral de la 6ta Bienal de Curitiba; y posteriormente por
el Museo de Arte Moderno de República Dominicana.
Ganó
dos convocatorias escultóricas en Guatemala, INMACO 2011 y Olímpica
2012. Premiada con el Premio Internacional SPORT ET ART. CIO-IOC. en
Ginebra, Suiza. Ha obtenido premios en la Bienal de Arte Paiz, y
seleccionada para participar en el varias ediciones de la Bienal. Fue
invitada por el curador José Noceda para la I Trienal del Caribe y
Centroamérica, en donde obtuvo una mención. Representó a Guatemala en
las Bienales Centroamericanas de Costa Rica y de Panamá. Su obra
representa a Guatemala en la convocatoria mundial de escultura de la
UNESCO, en Francia. Su trabajo se encuentra en colecciones privadas en
Guatemala y forma parte de la Colección Imago Mundi | | | |
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