viernes, 10 de octubre de 2008

Mueble & Diseño en ArteCentro



MUEBLE Y DISEÑO en ARTECENTRO GRACIELA ANDRADE DE PAIZ

El próximo jueves 16 de octubre se inaugura en la sala de exposiciones de Artecentro Graciela Andrade de Paiz "Mueble & Diseño", con dos exposiciones de muebles. La primera con piezas diseñadas por Carlos González Leiva y la segunda con diseños únicos del maestro Luis Díaz. La exposición quedará abierta al público de lunes a sábado en horas hábiles. La muestra estará abierta al público hasta el 11 de diciembre.

En 1960, cuando Carlos González estableció Diseños, su fábrica de muebles en Guatemala, los diseñadores guatemaltecos no abundaban. Existían unas tres o cuatro fábricas grandes, con planillas que apenas llegaban a veinte hombres entre carpinteros, ayudantes, lijadores, barnizadores y tapiceros. Producían tres principales estilos de muebles que llamaban franceses, mediterráneos, o españoles, en maderas como cedro, palo blanco, y conacaste. Las características principales se diferenciaban así "franceses, solo talla; mediterráneos, talla y torno; españoles, solo torno." Durante los años cuarenta también se hacían muebles llamados "Pullman", amplios, redondos, hinchados de resortes, oscuros, y pesados. El diseño navegaba entre estas corrientes sin pena ni gloria. En talleres más especializados el proceso de diseño de muebles para la clase más acomodada se hacia por ebanistas en conjunto con sus clientes, muchas veces asesorados por recortes de revistas que se traían desde Miami, París, o Buenos Aires.

Para vender los muebles de la fabrica Diseños, Carlos abrió una tienda en la avenida Hincapié que nombró Bonseki, una palabra japonesa que significa el arte de crear paisajes delicados con arena blanca y piedras de río sobre azafates negros laqueados. Carlos recién había regresado a Guatemala con un titulo en diseño industrial del Rudolph Schaeffer School of Design en San Francisco, cuya filosofía en diseño se basaba principalmente en las artes orientales, el minimalismo, y el estudio profundo de color. Los muebles que Carlos empezó diseñando tenían una marcada influencia danesa, principalmente de los diseñadores daneses Hans Wegner y Finn Juhl.

La estética modernista que ellos proclamaron a través de sus diseños privilegió la simplicidad y la belleza gráfica. El uso de adorno y acabados que disfrazaban la madera o no la dejaban respirar—talla, incrustaciones, laminado, lacas— era un tabú, y la trayectoria de todo diseño debió ser un proceso de purificación y simplificación. El mueble tenia que celebrar primero su materia prima, y luego su construcción. Esta estética proclamaba, por ejemplo, que una silla debe ser bella desde todos sus ángulos y en todos sus detalles. Sin embargo, rompía con un dicto del modernismo, el que demandaba que nuevos diseños fueran fruto de una revolución en el proceso de diseño. La refinada escuela danesa de ebanistería se basaba en hacer muebles livianos y cómodos, utilizando ensambles muy fuertes pero sutiles. Una vez aprendida esa tradición de exquisitos ensambles, el proceso de diseño se volvió una búsqueda de cómo trazar líneas sorprendentes, elegantes y emocionantes, y hacerlas parecer inevitables, siempre con la meta final de producir muebles útiles y cómodos, de esta manera sustituyendo revolución por evolución.

Carlos tuvo una ventaja en Guatemala sobre sus maestros escandinavos. A diferencia de las maderas pálidas que los daneses solían utilizar, las maderas que encontró aquí eran maderas tropicales oscuras. Mientras la industria mueblera guatemalteca desarrolló el cedro como su principal materia prima, Carlos durante la mayor parte de su carrera utilizó el cenícero, el hormigo, el granadillo, y la mora, todas maderas muy fuertes y de extraordinaria belleza y figura. Para acabarlas, durante toda su carrera utilizó únicamente aceite de linaza hervida, que aplicaba a mano en múltiples capas. La linaza protegía la madera sin sellar su poro, y acentuaba su brillantez.

Otro don que tenía Carlos era como colorista, y el estudio del color formó una parte importante del pensum de estudios que recibió en Rudolph Schaeffer. Este sentido agudo de color lo exhibió en las telas que utilizó para tapizar sus muebles. Solía utilizar telas de colores muy encendidos, usualmente lisas. Al principio compraba sus telas en JimmyTex, y luego empezó a importar telas de Dinamarca. Al final de su carrera compraba muchas de sus telas en Herman Miller.

La fábrica fue construida en 1960 y contó con maquinaria de punta traída desde Estados Unidos. Su suegra estadounidense le prestó dinero a Carlos y una indicación de lo difícil que fue establecer un gusto vanguardista en el mercado de ese período, fue que Carlos nunca pudo cancelar dicha deuda, sino que fue su padre, don Augusto González Borja quien finalmente lo hizo. La fábrica empleó hasta 20 hombres entre carpinteros y tapiceros. En un período de los años sesenta, sumó dos socios que también tuvieron destacadas carreras en la historia reciente del mueble y la decoración en Guatemala; don Jaime Russ y don Julio Rivera.

Desde el inicio de su carrera, tanto por la curiosidad como por el cierto rechazo que sintió hacia la sociedad burguesa dentro del cual se crió, buscó y se enriqueció de manifestaciones culturales distintas a las de su clase. Eran innumerables fines de los que ocupaban con su familia viajando a pueblos en Huehuetenango, las Verapaces, El Quiché, y otros departamentos a fin de visitar a mercados y presenciar fiestas y bailes tradicionales, estudiar los diversos traje indígenas, así como también probar atoles y otros platos. Aunque en principio las influencias de Carlos fueron adquiridas en el extranjero, su creciente amor por la vitalidad de las culturas indígenas y populares se empezaron a palpar en sus diseños y en su forma de ambientar los muebles en su tienda, en las fotografías publicitarias que realizaba, y en la decoración tanto de su casa, como de las que le eran encargadas. Un claro ejemplo de ésto fue su silla de comedor de tres patas, un homenaje a una silla típica Antigueña que todavía hoy en día se construye en ebanisterías de esa ciudad. Su casa la llenó de textiles indígenas, tinajas de barro, figuras en papel maché de la Antigua, y arte contemporáneo. Fue presidente del Patronato de Bellas Artes a principios de los años ochenta, y Presidente del Teatro Nacional durante los primeros años de su existencia.

Las fotografías publicitarias que nos legó son una maravilla. La mayoría de ellas fueron tomadas en el mismo local de la tienda. El uso de blanco y negro destaca las formas sobrias pero curvilíneas de los muebles, mientras que las modelos que posan sobre ellos, lejos de ser meros objetos, introducen un elemento con cierto juego y efervescencia. Los ambientes son modernos, minimalistas, limpios de cualquier objeto extraño, pero nunca fríos. Aparece frecuentemente un cuadro de Rodolfo Abularach, folclórico en su tema de un baile de pueblo, de gente descalza pero con sombrero, pintado de manera que une y trunca los cuerpos de forma abstracta.

Bonseki fue trasladada de la Avenida Hincapié zona 13 a la Avenida La Reforma zona 9, a pocos metros del Obelisco, en donde continuó hasta 1982. La fábrica se construyó en 1960 en la Colonia Trinidad (zona 15), y en los años setentas fue trasladada a la zona 5. Posteriormente se cambió a la zona 1 mientras realizaba un enorme proyecto de muebles para las agencias del Banco de Occidente de la 6ª avenida, Montúfar, y Quetzaltenango. En 1980, cuando el arquitecto Roberto Ogarrio se hizo socio de Carlos, la fábrica se pasó a la zona 7. A poco tiempo de establecerse en la zona 8, Carlos abandonó el diseño de muebles para dedicarse a diseñar y construir casas y edificios, tanto en Guatemala, como en el lago de Atitlán.

La muestra de esta exposición reúne muebles de todas las épocas de la existencia de Bonseki. Carlos fue un incansable diseñador. Solía estar en su mesa de dibujo a las cinco o seis de la mañana todos los días. Lamentablemente, la gran mayoría de planos finales y fechados de los diseños de Carlos se quedaron en manos del Arquitecto Ogarrio cuando Carlos le vendió sus acciones. Y la mayoría de bosquejos todavía en manos de sus hijos carecen de fecha, dificultando la asignación documentación precisa de la mayoría de los muebles.

Esta muestra es un homenaje a un guatemalteco que ante la indiferencia de la mayor parte de su sociedad y contra viento y marea, pasó dos décadas diseñando y construyendo muebles de asombrosa calidad artística. Su arte quizás había sido olvidado. Y aunque entre la gente de su generación, hubo muchos que le apreciaron, es importante que los jóvenes artistas que estudian diseño tanto en las universidad, como en las escuelas tengan acceso a su obra. Esta exposición es un incentivo para ellos. En Guatemala se pudo y se podrá hacer mucho. Para los que conocieron tanto a Carlos como su trabajo, su reunir esta muestra ha sido un deleite y un privilegio, con mucho respeto y cariño.
Adrián Lorenzana
Arte & Cultura

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